viernes, 11 de mayo de 2012

Las lentejas y el amor


 El año pasado, mi amiga Carmen quiso introducir un trocito de literatura entre los fogones y convocó un concurso de microrrelatos en su grupo de cocina en Facebook. Nos puso dos reglas: un máximo de 150 palabras y la frase obligatoria de inicio Ya te he dicho que odio las lentejas.

En el mío había amor del bueno y se lo dedico a ella, a Andrés y a Claudia, que ya ha nacido y será, seguro, buena cocinera y buena lectora. En el de Carmen había amor del malo, de ese que se llama amor, pero en realidad no lo es.  


CLAUDIA Y LAS LENTEJAS

Ya te he dicho que odio las lentejas y a él le gustan…

—Mira, Claudia, Willy ya tiene su comida. Las lentejas son para ti, tienes que comerlas para crecer fuerte y sana.

—Papá, son asquerosas, además lo de que son ricas en hierro es un mito. ¡Yo quiero macarrones con chorizo! ¡Maaaaaamááááá!

Andrés miraba desesperado el plato de lentejas cuando notó que algo le presionaba el hombro.

—¡Andrés! No me dejas dormir ¿Qué te pasa? No paras de dar vueltas.

Él miró a su alrededor y, al instalarse de nuevo en la realidad, sintió cómo se relajaba cada músculo de su cuerpo.

—Sólo era un sueño— dijo mientras se acomodaba entre las sábanas. Entonces apoyó suavemente su mano en la barriga más que prominente de Carmen y, acompasando su respiración con la de ella, se dejó llevar otra vez por el sueño.
Nieves T.
Dibujo de Alberto Micó Torres


Ya te dije que odio las lentejas”, y dando un portazo se fue con su cerveza a ver el partido. No, a ella no, no te lo voy a permitir, pensé mientras la miraba intentando disimular el terror escalofriante que acaba de recorrer todo mi cuerpo. Habían sido demasiadas noches de llanto y urgencias, demasiados días de silencio y rutina desesperante, infinitos momentos de perdón y olvido. No había recorrido aquel largo camino hacia la tranquilidad que nos merecíamos para que de una bofetada le arrebataran la sonrisa a lo único bueno que él me había dado. Ella se acordaba perfectamente de aquella expresión en mi rostro, y con una sonrisa inocente y dulce intentó tranquilizarme: “no te preocupes, mami, sólo está nervioso por la boda”.
Carmen Menéndez


Dibujo de Sara Micó Torres




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